Josh Hoyer y su banda Soul Colossal
volvieron a conquistar la sede de Valles un año después de su estreno en
Asturias. Fue aquella una noche de descubrimiento. Los artistas que llegan a
tocar a Valles a veces son grandes desconocidos para el público, los discos
publicados son difíciles de encontrar, y lo poco que se ve en youtube no suele
reflejar con fidelidad el directo de la banda. Por eso los de Nebraska
sorprendieron por su estilo, su carisma y energía en directo. La banda
deslumbró y dejó un estupendo recuerdo, y esta segunda cita se acogía con ganas
y expectación. Procedentes de Nebraska,
USA, volvían en su segunda gira española, y era obligado su paso por valles
después de aquel inolvidable concierto.
Llegaron alegres y relajados,
apoyados siempre por el afectuoso Benjamin Kushner, el guitarrista del grupo, quien
ajeno a la ecuación espacio-tiempo saludaba en Valles como si 18 meses fuesen
ayer y Nebraska, Pola Siero. La banda empezó el concierto con puntualidad y un
aforo muy cómodo en la sala. Tras un par de temas pausados y de suave calentamiento,
los temas fueron cogiendo fuerza e intensidad. Hoyer es un mago del funk soul,
compone, canta y toca el piano con ardor, lanzándose como un huracán que se
lleva por delante lo que pilla. Detrás tiene una banda compacta de buenos
profesionales, que apoyan y realzan al Hoyher al solista. Empezando por el
amigo Benjamin, técnica y sentimiento en la guitarra al 50%. Con un
acompañamiento perfecto en los temas, se marcó dos o tres solos memorables en
los temas de mayor improvisación, en los que reflejó su buena técnica y estilo,
sin arrogancia ninguna. En la base rítmica, buena sintonía entre batería y
bajo, este último nuevo en la banda, un músico preciso y elegante, con aires
jazzeros en su técnica, destacando líneas y progresiones muy interesantes. Y en
la trompeta, pandereta y animación suprema, el más joven de la banda, un
chavalín todo energía, que sudó la camiseta desde el minuto cero. Bailó más que tocó, aunque la caricia de la
trompeta, aunque sea mínima, resulta siempre exquisita. Los temas fueron
subiendo en ritmo e intensidad y duración, con largos fraseos e improvisaciones
finales dando un estilo muy progresivo a esos temas de onda funk. Los músicos
se encontraban cómodos y el público también, bailando y espoleando a los
artistas. Recuerdo una sola balada, dedicada por Hoyer creo a su hija y/o
esposa en medio de un mar de temazos mueve esqueletos que son el sello de la
banda. Gustaron mucho, y tocaron un buen rato, dos bises incluidos, ya con el público
entregado. Por segunda vez, lograron dejar a todo el mundo encantado.
La semana siguiente, no estábamos
todavía repuestos de la paliza de los de Nebraska, llegaba a Valles su compatriota,
el veterano y reconocido Mitch Woods, compositor y pianista de Jump, booggie, blues
y Rock&Roll. Le acompañaban los músicos de la banda Mambo Jambo, todo un
referente ya en España en estos ritmos old school.
El concierto fue un festival de
música de los ’50, bien escogida para mover el esqueleto. Los trepidantes y
alegres ritmos del piano fueron la base sin duda del concierto de Woods, que
también cantaba los temas con soltura y desenfado, buscando siempre la
complicidad y la cercanía del público. Tipo simpático y con un carisma muy de
barrio neoyorquino, logró con su humildad y su cara de buena gente conectar con
los presentes, a pesar de no hablar una palabra de español. Ciertos problemas
técnicos con el piano -parece que se desprogramó- motivaron pausas en un par de
temas para ajustarlo. Tras varios intentos sin éxito, la banda decidió parar un
rato para dar por fin con la avería, unos minutos que bajaron un poco el tono
del concierto, que ya estaba empezando a animarse. Enseguida volvió Woods a
tomar las riendas con esa sonrisa pícara y esa aparente facilidad para aporrear
el piano, encadenando vertiginosamente escalas, saltos y acordes. Aprovechó
para presentar y recomendar su nuevo disco, que trae a la gira y que ha grabado
con muchísimos músicos, entre ellos Taj Majal pude entender.
En la banda, todos respondiendo
con maestría, desatacando el saxofón de Dani nelo que aullaba con energía y
autoridad. Se marcó varios solos muy aplaudidos por el público por su
espectacularidad. En la guitarra, Mario Cobo, elegancia y destreza, y en la
base rítmica impecable, contrabajo y batería, muy buenos también. Una banda
acompañante, se supone que con pocos ensayos, que supo estar a la altura de
Woods y su estilo y que gustó a los fans llegados de distintos puntos de
Asturias.
Nos vemos en Valles. Conchi
Gálvez
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