Una apuesta por el hard rock más ortodoxo y ‘tradicional’ la ofrecida por la banda californiana Rhino Bucket en Valles. Herederos de la vieja escuela AC/DC, cultivan un estilo tan veraz, auténtico y contundente como los australianos, un rock sin artificios, trampa ni cartón. Más de 30 años dando caña en el escenario y las ideas muy clara avalaban un show con sonido propio y bien cocinado.
El concierto, sin sorpresas, gustó por su honestidad y por el trabajo bien hecho. Formación clásica de voz -esa voz tan rasposa y peculiar-, dos guitarras, bajo y batería. La estructura aparentemente simple de los temas, la intensidad, la contundencia rítmica y los guitarreos a pelo nos hicieron disfrutar del áspero y pesado sonido de las grandes bandas de rock.
La barrera del idioma una vez más frenó los intentos de comunicación del cantante y front man Georg Dolivo, que aún así se echó sus buenas parrafadas, a las que el público respondía con yeahs y aplausos a falta de algo mejor. Sonaron temas de muchos de sus discos, bastante parecidos entre sí de manera que se iban encadenando sin apenas distinguir cuando acababa uno y empezaba el siguiente. El sonido, perfecto en la sala, resaltaba la rotunda base rítmica, con un batera mazo y un bajista preciso y con empuje que metía también sus buenos coros. Echamos de menos un mayor protagonismo del guitarra solista, B. Forshyte, al que le faltó un poco de desparrame, porque el tío lo valía, y apenas se marcó un par de solos. En general todos estaban bastante formalinos, puede que por el cansancio de la gira, el mogollón de conciertos a la chepa o los años, que sin duda nos restan a todos frescura. No quiero con esto quitar mérito a la banda, que nos hizo pasar un más que buen rato y agitar las cabezas con energía. El volumen de público en la sala nos permitió disfrutar con comodidad los noventa minutos de un concierto auténtico en su planteamiento y desarrollo que acabó con aplausos sinceros de los presentes.
Conchi Gálvez
El concierto, sin sorpresas, gustó por su honestidad y por el trabajo bien hecho. Formación clásica de voz -esa voz tan rasposa y peculiar-, dos guitarras, bajo y batería. La estructura aparentemente simple de los temas, la intensidad, la contundencia rítmica y los guitarreos a pelo nos hicieron disfrutar del áspero y pesado sonido de las grandes bandas de rock.
La barrera del idioma una vez más frenó los intentos de comunicación del cantante y front man Georg Dolivo, que aún así se echó sus buenas parrafadas, a las que el público respondía con yeahs y aplausos a falta de algo mejor. Sonaron temas de muchos de sus discos, bastante parecidos entre sí de manera que se iban encadenando sin apenas distinguir cuando acababa uno y empezaba el siguiente. El sonido, perfecto en la sala, resaltaba la rotunda base rítmica, con un batera mazo y un bajista preciso y con empuje que metía también sus buenos coros. Echamos de menos un mayor protagonismo del guitarra solista, B. Forshyte, al que le faltó un poco de desparrame, porque el tío lo valía, y apenas se marcó un par de solos. En general todos estaban bastante formalinos, puede que por el cansancio de la gira, el mogollón de conciertos a la chepa o los años, que sin duda nos restan a todos frescura. No quiero con esto quitar mérito a la banda, que nos hizo pasar un más que buen rato y agitar las cabezas con energía. El volumen de público en la sala nos permitió disfrutar con comodidad los noventa minutos de un concierto auténtico en su planteamiento y desarrollo que acabó con aplausos sinceros de los presentes.
Conchi Gálvez
https://www.youtube.com/watch?v=brKzBs6zDXc
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