Josh Hoyer y su banda Soul
Colossal llegaron a Valles para dejar huella. Reventaron la sala en este
concierto a ritmo de un soul funk de lo más bailongo, contagiando sus ganas y su
fuerza en el escenario a un público entregado y feliz.
En su primera gira fuera de Estados
Unidos, Josh y los cuatro colosales aterrizaron en España con ganas de pasarlo
bien. A Valles llegaban el sábado desde Coruña, donde habían tocado en la
‘Mardi Gras’ y estaban encantados con el buen rollo de los gallegos, de la
sala, del pulpo y de la cerveza Estrella. En Valles la actitud por su parte fue
de simpatía y proximidad desde el primer momento. A pesar de llegar cansados y
con la resaca de una noche memorable encima mostraron cordialidad en la prueba
de sonido, e interés por todo lo que tenían alrededor: los que allí estábamos
recibiéndoles, las montañas, el mar, el pueblo, la comida…todo les parecía
perfecto y maravilloso, y por el brillo en su mirada parecían sinceros.
La prueba de sonido fue ya tremenda y confirmó las expectativas que habíamos
ido incubando al escuchar algunos temas de sus tres discos. Pero lo de la noche
fue un punto y aparte, se creó esa magia y esa conexión entre artista y público
que solo da el directo. El primer tema de inmediato nos sacó de nuestro sopor
digestivo, sonando como un cañón. Ahí pudimos apreciar ya la personal voz de
Hoyer, rota y cálida a la vez, muy blanca pero profunda y expresiva. Y su gran
presencia en el escenario. Es un hombre grande, pero ahí arriba todavía se
agigantaba más, llenando el escenario y presidiéndolo todo desde el parapeto de
sus teclados hirvientes, que aporreaba con alegría, sudando a gota gorda. Cantaba
y tocaba, se reía, gesticulaba mucho, buscando la complicidad del público que
se dejó seducir con facilidad. Se veía que el hombre amaba de verdad su música
y el momento de compartirla con los demás.
En casi dos
horas de concierto, todo en lo musical fue para arriba, también el calor y la
emoción de la sala. Los temas iban encadenando ritmos soul, funk, rythm’blues
de tono muy contemporáneo, todo a bocajarro, tocados con ganas y mucha energía,
bien arreglados y con momentos para el disfrute de la banda y para el
protagonismo de cada uno de los intérpretes, que se marcaron solos espléndidos.
Cuatro musicazos bien empastados con el front man: por la parte rítmica, un bajista
serio pero muy presente y oportuno durante todo el concierto, unido a un joven
baterista, recién incorporado a la banda, que con un ritmo endiablado y una
permanente sonrisa nos sorprendió por su original pegada y su singular ritmo. Un
saxofonista, que a falta del trombón que suele completar la banda, se curró
maravillosamente en solitario la sección ‘metales’, con sus efectos y aires
jazzísticos. Y el guitarrista Benjamin, todo un personaje, que recibió una
ovación especial por su gran técnica, su finura y estilo y su entrega y
simpatía en el escenario. Qué gran tipo! Saltaba en el escenario, hacia coros y
se multiplicaba con la guitarra, se reía con la gente…disfrutó muchísimo del
concierto, tanto como nosotros. Es de suponer que con semejante subidón no
queríamos dejarlos marchar. La hora del bis se pidió a gritos entonando el
público el Oe, oe, oe futbolero (…ejem...),
que los músicos acompañaron improvisando. Con público y músicos ya
enloquecidos, todavía sonaron dos o tres temazos más incluyendo el ‘Rock n
Roll’ de Zeppelin. Tardaron un rato aún en despedirse, la gente quería más y
ellos tenían ganas de darlo. Terminaron muy arriba, encantadísimos y nosotros más.
Luego llegarían fotos, autógrafos, venta de discos (los agotaron, sin haber
llegado siquiera a la mitad de la gira) y abrazos a diestro y siniestro.
Un verdadero
lujazo y un fiestón el disfrutado en Valles con Josh Hoyer y Soul Colossal, nos
sentimos grandes en nuestra pequeña madriguera y muy afortunados. Se fueron
jurando que volverían, será verdad? …Lo veremos, como siempre en Valles.
Conchi Gálvez
0 comentarios:
Publicar un comentario