Miles Nielsen o cuando un concierto te cambia el ánimo.
Mucho se ha hablado del poder curativo, redentor y transmutacional de la música, algo que a veces que espero el factor sorpresa, unido a cierta vagancia exploratoria. Además, había estado un poco incómoda en el último concierto y venía con necesidad de reencontarmecon mi espacio.
La banda llegó un poco cansada de Barcelona, pero enseguida en la prueba demostraron buen rollo, profesionalidad y mostraron algún temilla del repertorio que encantó a los presentes. Tras la cena, enseguida subimos para Valles, donde en la sede iba acomodándose poco a poco la gente, más que suficiente para dar ambiente al concierto llenando la sala, pero de una manera muy cómoda.
El grupo venía formado por dos guitarras ( la del cantante y otra de un solista), bajo y batería, y un teclista que además le daba también al clarinete, a los saxos soprano y barítono. Unido a ello, hay que destacar las armonías vocales que funcionaron muy bien en todo el concierto, además de la voz solista. Todos muy buenos en lo suyo, una banda perfectamente acoplada y muy cómoda en el escenario, llevan varios años juntos y eso se nota; tuvieron momentos para destacar individualmente -el teclista/saxo y el guitarrista especialmente-, muy finos y detallistas, que se marcaron solos muy delicados, pero del concierto me quedo con el concepto banda. Y el sonido de la sala, perfecto.
Parecían en el escenario un grupete de amigos que disfrutan tocando juntos. Sin estridencias, pero con un trabajo muy bien hecho, lograron poco a poco envolvernosen su música que tenía el poder subyugante de las bandas hippies californianas y el poprock británico de los ’60 Kinks y Beatles, aunque en algunos temas con un poco más de poderío guitarrero y aire folk.
El repertorio estuvo muy bien presentado, tienen varios discos ya por ahí, temas suaves pero siempre para arriba, venían llenos de coros, solos acertados y arreglos bien trabajados. Música positiva, ondulante, y muy fresca. Nielsen, cantante y guitarra en la formación, resultó un frontman de lo más interesante, muy concentrado en la interpretación, comunicador riguroso y detallista en la presentación de los temas, pero mostrando un aura pícara y anárquica que emanaba de todos sus poros. Muy simpática la labor de traductor del bajista, que vivió un tiempo en México y nos iba repitiendo en español más o menos bien lo que el solista contaba. Al principio nos aclarábamos, al final del concierto y después de alguna ronda de chupitos, casi entendíamos mejor al que hablaba en inglés que al traductor. Aprovecho para mencionar su buena labor con el bajo, ahí detrás mano a mano con el batería, marcándose unas bases rítmicas impecables. El batera, un poco gamberrete, llevaba un aparatejo con el que entre tema y tema iba soltando samplers de canciones y sintonías conocidas -recuerdo ahora la del coche fantástico-.
Lo que venía a decir al principio de esta reseña es que la banda consiguió cambiarnos el ánimo y meternos un buen chute de buen rollo a los que tuvimos la suerte de disfrutarlos, y el sentimiento creo que fue general en toda la sede. Los aplausos y la entrega del público fueron subiendo por momentos, y al final aquello era ya una celebración continua de bailes, palmas y vítores a la banda. Ellos captaban las vibraciones y las devolvían con creces, así que al final acabamos todos encantados, arriba y abajo. Cerraron con alguna versión de Tom Petty y con un ‘Surrender’ más relajado que el de papá y fueron muy aplaudidos. Se fueron encantados de Valles y prometiendo volver; para nosotros fue también una banda de la que repetiríamos un segundo concierto en la sede. El tiempo lo dirá. Mientras tanto, ya sabéis donde nos veremos: allí arriba a mano izquierda. Un abrazu
Conchi gálvez
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