Fin de año interesantísimo con la actuación del gran Gaby Jogeix, artista sincrético y con una visión muy contemporánea y cosmopolita del blues, que ofreció desde mi punto de vista uno de los mejores conciertos del año.
Con una sólida carrera a sus espaldas, se presentó en Valles en formato cuarteto, sumando a su interpretación la de tres grandes músicos -bateria, bajo y teclados-con los que se entendió bien en el escenario y que dieron cera y esplendor a un concierto emocionante. Ver a Jogeix a la guitarra eléctrica, la lap steel y cantando con una voz fuerte, expresiva y vibrantemente trabajada, resulta todo un espectáculo. Con una vena perfeccionista casi irritante, afirmaba sobre el escenario tener una misión: hacer disfrutar al público. Para conseguirlo se lo curró a base de bien, nos ofreció un concierto muy largo de más de dos horas, intenso y muy entretenido, con una banda convencida y bien dispuesta.
El repertorio, de lo más eléctrico, amparado bajo el paraguas del blues, el rock, el jazz o el góspel y todo agitado en un cóctel irrenunciable. El bagaje y la versatilidad del artista, tanto en su vertiente compositiva como de interpretación, resultó notable. Cada tema era muy diferente al anterior, y parecía que el músico iba adoptando diversas personalidades musicales. Sus riffs resultaban tan potentes y electrizantes como delicadas las melodías, y sofisticadas las improvisaciones. Todo sonaba conocido- aires de Scofield, Jeff Beck, McLaughlin o Robben Ford, y absolutamente nuevo y personal a la vez. Los primeros temas fueron interpretados con guitarra eléctrica, la segunda parte con lap steel. A su alrededor, buenos acompañantes, destacando un batería resuelto y polirrítmico, que además cantaba muy bien y se marcó dos rockanrolles míticos; un teclista sutil al Hammond, todo matices y sutileza en los colchones y acompañamientos, y un bajista eficaz, quizás el menos integrado en la banda, pero aún así cumpliendo más que de sobra con su cometido. Muy bien metidos además arreglos y ejecución en directo de los temas: intensidades, coros, subidas y bajadas, ritmos, silencios...esas cosas que hacen de un concierto bueno algo superior.
Por la parte no tan buena, lamentar de nuevo la desagradable algarabía de la terraza, que se hacía evidente en el escenario en la presentación de los temas, las pausas y los temas tranquilos. Además de resultar molesta y perturbadora, me produce vergüenza ajena delante de los músicos. Les ves incómodos y piensas qué coño está haciendo esa gente, a qué ha venido y por qué no se calla. Es una cuestión realmente exasperante, que trasciende en mucho lo musical.
Para no alimentar la úlcera estomacal y obviando esta inevitable lacra, prefiero dejar en el recuerdo lo disfrutado de la noche con Jogeix y su banda: un concierto rebosante de virtuosismo y expresividad, creatividad y elegancia, brío y color.
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