Con un concierto doble en perspectiva, el público acudió puntual a Valles y con los zapatos de baile bien lustrosos para disfrutar de una noche que cumplió lo prometido, incluso la hora de inicio de concierto.
Abrió la velada Vaudí, artista bien conocido en Asturias por su versatilidad y simpatía, que ha sabido siempre, en su ya larga carrera, renovarse en cada nueva propuesta sin dejar de lado su compromiso con la música popular brasileña, que adapta y modela cual alfarero al tiempo y al espacio, sea llenando un escenario en solitario sin más compañía que su guitarra, dirigiendo una batucada por las calles de tu pueblo o personalizando su melancólico homenaje a la bossa nova. En esta ocasión se acompañó de una sólida banda para presentar un repertorio con lo mejor del funk brasileño. A falta del teclista habitual de este formato que no pudo asistir- avocado a los suplicios del pluriempleo musical- los cuatro músicos restantes, aportando bajo y guitarra, batería y trompeta, llenaron de color esta nueva propuesta, cayendo en gracia a un público que venía con ganas de soltarse la melena. Artistas bien experimentados en diversos estilos, y que supieron transmitir su impronta a un repertorio dominado por los ritmos brasileños más intensos. Escuchamos algunos temas que Vaudí interpreta habitualmente con otras formaciones, pero arreglados con el poderoso groove del funk. Tras la segura base rítmica de bajo y batería destacó Silvia a la guitarra, llevando el peso de melodías y solos y una segunda voz que se amoldó a la de Vaudí a la perfección, aderezándola con matices chispeantes. Una trompeta canalla adornó también con sus personalidad y dulzura y vitalidad la mayoría de los temas, en una apertura de concierto que se hizo corto a un público entusiasmado y festivo desde los primeros acordes.
Dejaron el escenario bien calentito para la llegada de Watch out, combo madrileño de funk soul formado por ocho artistas que supieron mantener bien arriba el tono lujurioso de la noche con un repertorio vibrante y sin pausas. Temas propios y versiones de grandes estrellas de la música negra –el funk, el soul y el jazz-, personalizadas por un cantante eufórico que se comió la sala y puso a bailar al personal desde el primer momento, al frente de una banda perfectamente empastada y vacilona. Unidos al poderoso ritmo creado por guitarra y bajo, batería y hammond, sonaban los vientos -dos hermosos saxofones y una trompeta- templando la sala y la voz del cantante, personal y electrizante. Bueno rollo con el público. Con tanta gente disfrutona y tan a tope en el escenario, es normal que el furor se contagiara a los que estábamos allí abajo, envueltos en aquella mágica espiral, que lo inundaba todo de ritmo y de color. Se agradeció mucho la amplitud de la nueva sede, donde cabíamos todos sin agobios y era más fácil salir a fumar o a pedir una cerveza a la barra. El bailoteo del público fue un no parar hasta el final, donde nos rendimos todos, alborotados y agradecidos.
Nos vemos en Valles, hasta prontos.
Conchi Gálvez.
jueves, 22 de septiembre de 2016
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