El paso del trío estadounidense Mo
Lowda & The humble por Valles resultó una sorpresa muy agradable. Por su
juventud y apariencia, más me esperaba de ellos un oscuro indie grunge que el
sofisticado y elegante pop rock progresivo, tan moderno, que pudimos disfrutar:
“Lo que Pink Floyd hubiese hecho 50 años
después” les gritaba yo al oído al acabar el concierto, entre el barullo y
los abrazos de los fans, totalmente eufórica y sudorosa.
Y es que el concierto fue una
verdadera delicia de principio a fin. Primero, por la calidad de los músicos:
solo tres artistas en el escenario: guitarra/voz, batería y piano (más bien dos
y medio porque el pianista/bajista venia con la mano izquierda rota y
escayolada, totalmente inutilizada) y aquello parecía la orquesta sinfónica de
Praga por la densidad, amplitud y riqueza de los temas. Segundo, por el sonido
de la sala, perfecto para ampliar y sostener las atmósferas irreales que se
iban creando y por el brillo que Jorge supo sacar a los tres artistas, y
tercero por el aforo de la sala, super cómodo. No obstante, vuelvo a hacer una
crítica al feísimo grillerío de la terraza que molestó y bastante, resultó
incómodo, desagradable y una falta de respeto a los músicos. Parece una batalla
perdida, como tantas otras de la vida en sociedad.
El repertorio de los de
Philadelphia se centró casi exclusivamente en la presentación de los temas de
su disco ‘Creatures’ con el que andan rulando por toda Europa. Canciones con
una intro desenfadada y popera que se iban complicando y alargando en largas
colas de un rock progresivo brillante y luminoso, pero absolutamente
envolvente. La voz corría de cuenta del guitarrista Jordan Caiola, con algún
acertado coro de sus compañeros. Cuando se iba metiendo en los temas y en las
improvisaciones de la guitarra, el tipo creaba verdaderos ambientes mágicos con
el instrumento, mundos alternativos e incorpóreos llenos de afinaciones
abiertas, oleajes y ágiles progresiones. A esto se sumaban los acertados
arreglos y ambientes del piano de Jeff Lucci, que a pesar de su única mano en
las teclas movía con destreza sus pies para meter acertados efectos desde su
pedalera. Y qué decir de la batería, un auténtico máquina el chaval en técnica
y en gusto, contribuyendo a crear temas muy redondos, expresivos y de impacto.
Hubo a lo largo del concierto verdaderos momentazos en el escenario, que el
publicó celebró con grandes ovaciones. Los músicos disfrutaron también, cómodos
y oyéndose bien, y ofrecieron un bis de buena gana. Gente maja, con estilo y saber
estar, encantadores.
Mi nota para este concierto: un
10.
Nos vemos en Valles. Conchi
Gálvez.
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