Los dos últimos conciertos, tan
próximos en el tiempo y tan distintos en cuanto a impacto y opiniones entre el
público son claro ejemplo de que el CIS y otros chiringuitos son pura
entelequia.
Despertando unas altas
expectativas entre habituales y neófitos de los conciertos de Valles, los
japoneses Osaka Monaurail llenaron la sede, aunque su propuesta funk caló a
medias entre un público que no acabó de pillarles el punto. Esa magia que a
veces no llega….¿quién no ha tenido alguna vez en su vida una cita
decepcionante tras poner en ella mucha ilusión? La calidad de los músicos creo que es
indudable, lo mismo que el repertorio, bien construido, elegante e incluso
sofisticado, haciendo guiños a un jazz muy actual y una mezcla de soul funk homenaje
a los clásicos muy sugerente. Creo que falló un poco la comunicación entre
artistas y público, aunque se intentó. Siendo una banda numerosa, con dos
guitarristas, y un combo de tres metales, especial protagonismo tuvo el
frontman y pianista Ryo Nakata, famoso como el J.Brown nipón, que quizá por
falta de espacio en el escenario no pudo homenajear en todo su esplendor al
gran ídolo. Tras varias y sugerentes intros instrumentales, salió a escena
impecablemente vestido y muy sonriente y se esforzó en bailar y animar al
público mientras los músicos, un poco apretados tampoco sacaban punta a sus
preparadas coreografías. A pesar de que los últimos temas y bises fueron un
poco más intensos y sonaron solos estupendos, como el del magnífico guitarra
solista, el concierto me resultó un poco plano y reiterado, poco emocionante.
El sábado siguiente Dustbowl
Revival dio la vuelta a la tortilla, y con menos público, menos expectativas,
aunque con el mismo número de músicos encima del escenario logró un ambiente
festivo y alegre que llenó al público de sensaciones mindfulness. La banda
californiana nos ofreció un repertorio muy al estilo de esas viejas bandas
californianas de la época hippy, muy fresco y luminoso, que incorpora elementos
del folk, bluegrass, rock, psicodelia y funk. Buena sintonía entre los miembros
de la banda, que parecían disfrutar sinceramente en el escenario. Con una
potente sección de viento y un violinista como elementos más vibrantes, me
gustaron mucho también las armonías vocales entre los dos vocalistas, hombre y
mujer, que empastaban muy bien. Sociables y amistosos, consiguieron una buena
comunicación con el público, que se movió sin parar. Temas propios de sus
varios discos y versiones muy de su estilo - Jefferson Airplane y The Band-
fueron pasando casi sin darnos cuentos, todo muy fluido, con esas guitarras
abiertas, esos coros, esas panderetas. Con el bis se alargaron bastante, el
público crecido no quería dejarlos marchar. Al final, todo abrazos, aplausos y
caritas sonrientes. Éxito total.
Nos vemos en Valles
Conchi G.
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