Léelo n'asturianu
Hay noches para dormir yéndose una a la cama con las gallinas, hay noches para sentarse a la luz de la luna y pensar y hay noches para soltarse la melena y asistir con orgullo y devoción a la liturgia del blues. Esta última fue la que disfrutamos en Valles, en una noche que nos llenó de color, ritmo, humo y blue notes. Y todo ello multiplicado por dos, gracias a la presencia en la sala de ‘Trash Tornados’ y ‘Johny Big Stone & The Blues Workers’ bandas que supieron sumar fuerzas para ofrecer a los allí presentes una verdadera ofrenda al blues y a los sonidos con raíz americana como el jazz el swing y el rock’n’roll. Todo un remolino de sonidos, sentimientos y buena música.
Hay noches para dormir yéndose una a la cama con las gallinas, hay noches para sentarse a la luz de la luna y pensar y hay noches para soltarse la melena y asistir con orgullo y devoción a la liturgia del blues. Esta última fue la que disfrutamos en Valles, en una noche que nos llenó de color, ritmo, humo y blue notes. Y todo ello multiplicado por dos, gracias a la presencia en la sala de ‘Trash Tornados’ y ‘Johny Big Stone & The Blues Workers’ bandas que supieron sumar fuerzas para ofrecer a los allí presentes una verdadera ofrenda al blues y a los sonidos con raíz americana como el jazz el swing y el rock’n’roll. Todo un remolino de sonidos, sentimientos y buena música.
Abrió la noche la banda de Mieres
‘Trash tornados’, seis años después de su primera actuación en la sede, de la
que ya guardábamos buenos recuerdos. El cuarteto, liderado por el sin par Bobby
Gonzalez en la guitarra y la voz, se completa con Pibli a la batería, Kiko
Flores en el saxofón y Pablo Souto al
contrabajo. Nos presentaron su último disco Voodo
girl, una explosión de swing, blues y rockabilly, que defendieron con una
entrega total en el escenario. La simpatía y complicidad de Bobby con el
público y con su propia gente mantuvo un pulso vibrante durante todo el
concierto, lleno de temas muy bailables, frescos y bien armados. En la base
rítmica destacó un Pibli absolutamente enorme, mago del ritmo y el compás,
todopoderoso atizando unos timbales que parecían talmente provenir del mismo
corazón del continente africano. Una presencia envolvente y electrizante la de
esta batería que marcó los tiempos y a los que la banda se sumaba con
precisión. La guitarra elegante de Bobby y una voz de eterno adolescente
contrastaron con la contundencia del saxo de Flores, que no cejó de dar candela
en cada tema, encendiendo bien a los allí presentes con una mezcla de energía y
sensualidad a partes iguales. Un show lleno de alegría, fuerza y descaro en el
escenario, que disfrutamos y bailamos con bises y paseíllo por la sala
incluido.
A partir de unos mimbres
ortodoxos, el trío de Johny Big Stone,
como segundo plato y postre, supo crear un sonido muy personal, que nos sumergió en los aires más canallas y
lacerantes del blues. Al frente, un magnético Johny, que nos cautivó con una voz rasgada y oscura, plagada
de matices, y una guitarra experta, que
fue hilvanado melodías y solos con gran brillantez. Nos sorprendió el gran
Little Jordi contrabajista incansable, con un par de solos de armónica
arrolladores, desatando el aplauso del público, que para entonces ya estaba
metido hasta el cuello en el ajo. Gran presencia de este trío que lleva años de
rodaje a sus espaldas y domina el concepto y la ejecución sin grandes
aspavientos, con un sentimiento profundo y contagioso.
En defintiva, pa que contaros
más, solo concluir diciendo que fue otra noche brillante y muy bocanegra que
tardamos muucho en dar por finalizada. Ye la magia de Valles, solo el que la
vive lo sabe. Hasta pronto ¡!
Conchi Gálvez
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