SETH WALKER
Mente, dedos y corazón en buena
armonía podría ser el resumen del concierto ofrecido por el trío de Seth Walker
el pasado sábado en Valles. Un guitarrista y compositor estadounidense que
gusta de la música de raíces y que tiene un más que considerable currículum, discos,
colaboraciones, reconocimientos a sus espaldas a pesar de su edad, unos
cuarenta y pico -según voy cumpliendo yo años más jóvenes me parecen los
artistas que pasan por Valles-.
El concierto fue bien recibido
por el público, y creció de menos a más, como una suave ola que fuese avanzando
desde las rústicas arenas del delta. Seth domina la técnica de la guitarra y se
acompaña de una voz reposada, ligeramente rasgada, cálida y muy cómoda de
escuchar. El repertorio fue bastante variado y a la vez muy personal. Además de temas que sonaban a añejo, a vieja
guitarra de blues, sinceros e íntimos, tuvo guiños al soul, el reggae y el funk.
La mixtura entre su guitarra y su voz resultaba total; sin grandes alardes,
fluía y nos iba envolviendo. A su lado, un contrabajo palpitante iba marcando
los latidos de la melodía, dando gravedad y peso a un Seth que a veces parecía
casi etéreo, casi como un niño, a pesar de su sombrero de ranger y su afilada
nariz armenia. Su música parece sencilla, como la que toca un colega que agarra
una guitarra una tarde de sobremesa cualquiera: melodías que parecen contar la
historia de su vida, adornadas con una guitarra sin demasiadas pretensiones.
Ahí está la grandeza del artista, hacer parecer fácil lo difícil, lo elaborado,
lo personal y auténtico.
Su estilo convenció y fue
haciéndose con el público poco a poco, conectando a pesar de la barrera del
idioma sobre todo por su aire franco y sencillo, y sus ganas de comunicar. Tema
a tema fueron creciendo los aplausos, también el repertorio fue ganando en
dinamismo, con esos ritmos más negros que enseguida animaron a la peña al
bailoteo. Además del gran contrabajista, un tío muy bueno técnicamente y lleno
de gusto a la hora de marcar la base rítmica y con solos espectaculares,
completaba el trío un batería correcto y preciso, que poco más se hizo notar. La
conexión entre los artistas y el público
llegó al clímax en el momento de la despedida y bises, la gente reclamando más
y los músicos un poco alucinados ante la magnitud de su éxito y la algarabía.
Se les veía agradecidos y eufóricos por ese momento de triunfo, y se bajaron
del escenario encantados. Un nuevo ejemplo de que la música honesta, la
autenticidad y la falta de artificio son la mejor manera de abrir la puerta de
nuestro corazón, bienvenidos sean siempre esos momentos tan únicos. Nos vemos
en Valles!
Conchi Gálvez
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