Marcando el ecuador del verano, el
gallego Victor Coyote, acompañado por Pablo Novoa en la guitarra y Ricardo
Moreno en la batería, ofreció en Valles el pasado 1 de agosto un concierto
elegante y muy personal, lleno de colorido y sonidos del mundo revelados a
través del filtro de su peculiar mirada.
Aquel moderno que en los años ‘80
ya mostraba aprecio por la fusión y el mestizaje del rock con los ritmos
latinos, ha continuado su íntimo y personal camino, y 30 años después (una
bagatela) de aquellos tiempos de radio y
videoclips sorprende con un repertorio maduro y profundamente sentimental lleno
de sonidos mediterráneos, americanos y africanos, tan sensuales como
nostálgicos.
El concierto, presentación del
disco ‘De pueblo y de río’, y que en principio
nos imaginábamos íntimo y reposado -tres músicos en el escenario, instrumentos acústicos,
voltaje comedido- resultó sin embargo desbordante, plenamente intenso y muy
sincero, sumando el buen sonido, la grata profesionalidad de los músicos sobre
las tablas y un repertorio exquisito. Todas canciones con alma las de este
coyote solitario de espíritu nómada, temas propios de un sofisticado pop- nos
encantó ‘Joven de cuello vuelto’- que se alternaron con versiones muy
personales de temas de distintos países. En un sinuoso recorrido, llegaron la griega
y dolorosa ‘Yo el extraño’, con la que manifestó sentirse identificado, los sonidos
de los carnavales andinos de ‘Verbenita’, la
dulzura brasileña de Roberto Carlos en ‘Debaxo dos caracois do seus
cabelos’ o la melancolía contagiosa de ‘Havemos de ir a Viana’ un tema popular
portugués, por citar algunas.
Ante todo, destacó en el
escenario la voz de Victor, una voz rotunda, imponente, segura de si misma -camuflada
a veces con efectos de micro- y a la vez evocadora y tremendamente afectiva. El
cantante se acompañó estupendamente de guitarras varias y ukelele. Por detrás,
y marcando el acompañamiento armónico y rítmico, la guitarra eléctrica de Pablo
Novoa, de técnica limpia y depurada pero de afilado y vibrante sentimiento. Y a
los platos y maracas un Ricardo flexible y ecléctico adaptando magistralmente los
variados ritmos con aparente sencillez.
El público respondió con alegría,
aplausos y bailoteo a esta explosión de
sonoro colorido. Amplia satisfacción entre los presentes al cierre del
concierto, con un bis muy solicitado que terminó con una jota portuguesa curiosamente
interpretada al baile por Pablo Novoa, gesto sorprendente -pero muy gallego-
para un tipo de apariencia tan sobria y reservada. Tres
enormes artistas con los que compartimos una noche deliciosa.
Conchi Gálvez
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